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Hablemos de memoria y de solidaridad

Conmemorar el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas es reconocer a millones de hombres, mujeres, niños y niñas con un presente marcado por la desigualdad, en un país donde no cesa el inclemente actuar de grupos armados que van dejando cada día más desplazamiento, abandono y desarraigo cultural; incrementando factores desbordantes de toda política de desarrollo como lo son las concentraciones en las grandes ciudades y, por consiguiente, la escases de la producción rural, incentivando la competencia voraz por ocupar las pocas opciones laborales que emergen de la escaza producción de la ciudad, donde aumentan los servicios y la necesidad de una cualificación alta para tener la tan anhelada calidad de vida.



En ese contexto cohabita el campesino, en su mayoría expulsado de su territorio como consecuencia de ser víctima de un conflicto del cual generalmente no es juez, pero sí termina siendo parte de él; es el protagonista de una triste realidad donde necesariamente debe aparecer el segundo elemento de la conmemoración: la solidaridad convertida en un actuar, en un modelo donde todos y todas aportemos desde la consolidación de un tejido social fortalecido por escenarios humanitarios, entendidos como las capacidades de brindar, proporcionar y mantener caminos hacia la salud, educación, vivienda y sobre la base que no tiene duda, de la protección y garantía de los derechos fundamentales.


 

Las cifras son impactantes tanto como en la realidad y se reflejan al consultar la página oficial del Registro Único de Víctimas (RUV) donde nos encontramos con una data  de personas reconocidas como víctimas de 9.659.204 y hechos como desplazamiento forzado, homicidio, amenaza, secuestro, entre otros, los cuales sobrepasan más de 12.773.122 de hechos victimizantes; números que seguramente no alcanzan a dimensionar las vivencias, tragedias e innumerables vulneraciones a la vida, honra y sobre todo la afectación a principios fundamentales universalmente consagrados como derechos en ordenanzas de libertad e igualdad.



Con este abrumador panorama, pensaríamos en un mañana donde efectivamente el significado del día, sea una conmemoración de un hecho ya pasado y el cual situemos en los libros, crónicas y artículos  como la prenda de garantía de no repetición y de una historia con enseñanzas sobre las bases de la reconstrucción de la confianza, tolerancia y respecto por las diferencias.

 

Por ahora, seguiremos escuchando las voces de personas, historias de pérdidas, dibujadas en postales de momentos, donde desde la perspectiva de lo humano, por lo menos pensemos en transitar hacia la no revictimización y enfocados en la constante búsqueda de la dignidad humana como referente de convivencia en un entorno de país.



Esta reflexión debe terminar con la primera consigna de la conmemoración: memoria, la cual requerimos evocar en cada momento, circunstancia y en la constante construcción de país, conjugándose en las palabras expresadas por el presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, “si hiciéramos un minuto de silencio por cada una de las víctimas del conflicto armado, el país tendría que estar en silencio durante 17 años”.

 

Escrito por:

Darío Ríos Aguilar

Coordinador de Acciones Humanitarias

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